domingo, 11 de noviembre de 2012

(13) ... y llegamos al fin del mundo: Ushuaia

Tres semanas de viaje por Argentina y Chile nos costó, pero al final recalamos en la ciudad más austral del mundo... Y con calor. Ushuaia es la que está más abajo y después ya no hay nada salvo unas islas chilenas y la Antártida. En una de ellas está Puerto Williams, una localidad de unos 2.000 habitantes habitada por pescadores y militares chilenos, pero como no alcanza la categoría de ciudad Ushuaia se queda con el título.



No hay que decir que lo explota a placer ya que en ello le va la vida: vive del turismo, de su estación de esquí y en las últimas décadas de la industria fomentada por el gobierno argentino para poblar la provincia de Tierra del Fuego, pero sin visitantes se hundiría. Tanto, que para la obligada foto casi hay que hacer cola, pero lo dicho, hay (si se quiere, y todos queremos) que hacerla.

El entorno de la ciudad es apabullante: frente al canal de Beagle en una estrecha franja rodeada de montañas que todavía tienen nieve mediada la primavera en que se encuentra el hemisferio sur. Pero hemos tenido suerte: dos días atrás nevó y con nosotros llegó el sol y alcanzamos los 18 grados, cómodos además pues no es el viento de El Calafate.
Las menciones al conflicto de las Malvinas aparecen por toda la ciudad y en el puerto encontramos este significativo letrero. El siguiente es un barco, el San Cristopher, que lleva un montón de años encallado en el puerto y que tiene un pasado digno de remolcador en la segunda guerra mundial.

 
Las islas en disputa pertenecen según las leyes argentinas a la provincia de Ushuaia y por eso recalcan su soberanía nominal, pero pese a ello sabemos que vienen turistas ingleses sin problema alguno.


En el lugar de la foto obligada pegamos la hebra con Marco (más bien él con nosotros) y su historia es curiosa: francés y viajero empedernido, vivió casi toda su vida en África (Camerún, Sudáfrica y desde hace muchos años Madagascar). Hace un tiempo vendió su hotel al jubilarse y se embarcó en un viaje de dos años. Nos dió su visión de gran parte del mundo y nos recomendó especialmente Ecuador (salvo Guayaquil), Bolivia (que le parece un país africano en América), Filipinas y Corea.


En esta ciudad están lejos de todo el mundo y es casi la única urbe de Tierra del Fuego. La más cercana de Argentina, Río Gallegos se encuentra a 22 horas en bus, cruzando dos veces la frontera chilena tras el complicado reparto que se atribuye a Perito Moreno. Exhiben su lejanía como un atractivo más. Aquí todo es de lo más austral o del fin del mundo, sean unas galletas, un árbol o un restaurante.

Otros atractivos son más evidentes y en la foto inferior posamos ante nuestra posada, en la que hemos alquilado un pequeño apartamento  con dos habitaciones . Los hoteles aquí (los de este fin del mundo particular) son especialmente caros y hay que afinar.




Una de las actividades a la que es difícil sustraerse es un viaje por el canal del Beagle. Hay numerosos barquitos que los realizan, y nosotros escogimos uno de los pequeños. Con capacidad para 25 pasajeros, tuvimos la suerte de salir sólo seis, nosotros y dos belgas. 

Todo un lujo ya que para tan poca gente disponíamos del capitán, de un marinero y del guía Tomás, un joven encantador.


El recorrido duró algo más de tres horas, con algunas paradas, y lo disfrutamos como colegiales.

Como en otras actividades, te ofrecen mate (empieza a gustarnos) además de café y pastas o "facturas" (dulces) a discreción. Feli es la más interesada en la popularísima infusión argentina.

Ayudado de mapas y libros, Tomás nos ilustró sobre la geografía, la historia y los poblamientos en la Tierra del Fuego. Con tan pocos alumnos la lección fue fructífera. Los yamana y las otres tres tribus y la forma en que vivían y desaparecieron con la llegada en tromba del hombre blanco en la segunda mitad del siglo XIX ya no es familiar.

En el canal hay varios islotes e islitas, que no es lo mismo, y algunas de ellas están habitadas...

... por colonias de cormoranes....


... y de leones marinos.

¡Qué sensación tenerlos a unos pocos metros, con el barquito parado y ellos tan tranquilos!


Era el mediodía pero la mayoría, salvo algunos leoncitos, no habían empezado su actividad diaria, cual se puede comprobar.


Había cientos de ejemplares y Tomás nos ilustró con sus conocimientos y aclaró nuestras dudas.




Sin inmutarse los leones marinos, a unos metros un un buitre jote de cabeza colorada, carroñero, se comía un pequeño león que había muerto se supone que por causas naturales. La cadena de la vida en su estado más puro.





Y después de los leones marinos, la gozada de los cormoranes imperiales en otra islita.

Cientos de aves en apariencia relajadas y las hembras sobre nidos empollando como se puede ver al observar la foto con detenimiento. Estamos en la primavera y es el momento; de hecho, algunas crías ya andaban por allí dando vueltas.


Construyen sus nidos como todas las aves con ramitas, a las que añaden algas marinas (algunas recogidas a gran profundidad en el canal) y usan como argamasa el guano (o sea, su excremento de llamativo color blanco que identifica visualmente la isla desde lejos y por su olor ya más de cerca).
Regresamos encantados y decidimos seguir los consejos de un cura que el día anterior se enrolló con Feli y Alfonso mientras veíamos una iglesia. Zona de mar, abunda el marisco y el pescado (ausentes en el resto del recorrido) y el sacerdote nos mandó a Tía Elvira.

El plato de la foto es una cazuela de marisco. También tomamos centolla pero lo que de verdad nos encantó fue la merluza negra, que obviamente es blanca como todas. Muy rica. El marisco nos pareció mejorable... por el nuestro.


Una mañana tan estupenda se merecía una tarde en la misma línea, y lo conseguimos. De nuevo alquilamos coche (ya vamos teniendo práctica) y nos acercamos al parque nacional de Tierra de Fuego, el único en Argentina que linda con el mar. Un sitio de lo más atractivo.


Aunque vimos enormes bosques de hayas del sur (sus principales variedades son el coihue, los ñires y la lenga, que ya hemos visto en otros lugares del país) y un intersante paseo de la turba, lo que nos impactó fue el asunto de los castores.


No son una especie autóctona. Muy al contrario, en 1946 introdujeron 25 parejas con fines comeciales para desarrollar el sector de la piel. Se adaptaron con facilidad y ante la falta de depredadores se reprodujeron por millares. Hoy son un problema que no parece tener solución.

¿Por qué? Muy sencillo. Los castores forman presas (como en las películas) royendo árboles ya que de paso gastan sus dientes de crecimiento continuo. Estas presas inundan las zonas aledañas a los ríos (estamos en el parque nacional) y, oh! milagro, los árboles afectados se secan. Y es que, a diferencia de sus hábitats naturales, en la Tierra del Fuego los árboles inundados no sólo no se regeneran sino que se secan.

Por ello encontramos imágenes como las anteriores a las que no encontrábamos explicación, aunque también otras, la mayoría, como la inferior. Atención a la pareja de cauquenes, unas aves vistosas a las que puedes acercarte sin que se alejen.


Aquí las tenéis en un primer plano. El macho es el de las patas grises.

Antes de irnos del parque,  una foto de una pradera de margaritas (australes, aquí todo es austral, pero obviamente son como las nuestras).

Y Alfonso y Feli posaron como guardia y preso de la famosa cárcel de Ushuaia, que queremos ver antes de irnos. El penal fue el origen de la ciudad y aquí mandaban a los presos que querían tener lejos, muchos de ellos de carácter político.


Y como despedida, una curiosidad. ¿Alguién sabe lo que es "la vuelta al perro" en esta ciudad?


Muy sencillo: en la calle más céntrica de Ushuaia, la San Martín, eje del comercio, comprobamos el domingo que los coches circulaban a paso humano, como mucho a 10 Km/h, con mucha gente dentro y la música fuerte, como si estuvieran de paseo. No lo entendíamos y preguntamos a dos autóctonos. Efectivamente, aquí hace tanto frío (-20 y -30 en invierno) que para no estar en casa van a esa calle a pasear en coche, a ver y ser vistos. Luego, en el buen tiempo, lo mantienen. Está claro, en el mundo hay de todo y esto se llama adaptación (humana) al medio.

3 comentarios:

  1. Ya que habeís llegado hasta ahí sólo un pequeño salto y a la Antartida,pero me da que ya no quereís más frio ,porque con ver las imagenes uno se congela.
    Bueno aqui estamos esperando que mañana el pais entre en folga y a folgar que todo se va a arreglar.
    Buen retorno a la capital y os seguimos desde Fraijoolandia.

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  2. Qué cuquiiiiisss los leones marinos!!! traeros un cachorrito de león pa' Rasta!!! (bueno y pa mí) ^_^
    muá muá

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  3. Veo que vais a volver enganchados al mate...jeje, qué bonitas las fotos de las aves y los leones marinos... los teníais al lado!
    besitos

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